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Superficie de mármol
Foto del escritorAPCJ

“Todas y todos”.


Eustacio Gutiérrez Corona


Como usted y yo lo hemos podido constatar a través de las noticias, todavía hoy en día muchas personas, principalmente políticos y  feministas recalcitrantes, insisten  en utilizar erróneamente el masculino y el femenino para distinguir el sexo de las personas. Una práctica que ciertamente puso de moda Vicente Fox a partir de que se hizo cargo de la presidencia de la república en el año dos mil, pero que a todas luces es incorrecta porque tratándose de sustantivos como el masculino gramatical, no solamente se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos.

 

Por ejemplo: cuando en plural decimos los periodistas, podemos referirnos a un conjunto de periodistas pero también a un grupo mixto formado por periodistas tanto hombres como mujeres; no se dice, en este caso, los periodistas y las periodistas, los reporteros y las reporteras,  los diputados y las diputadas, los mexicanos y las mexicanas, todos los juarenses y todas las juarenses.

 

Ello porque nuestro idioma permite, como ya se dijo, que nos refiramos a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, sin que por ello se trate de discriminación alguna; no, simplemente se trata de una economía de palabras sustentada en leyes lingüísticas para el uso correcto del idioma.

 

Cosa parecida ocurre con la expresión: “juzgar con perspectiva de género”, que por cierto se ha incorporado en algunos textos legales nacionales; y que por razones de tipo sociocultural y político está orientada solo a la protección de los derechos de las mujeres, de acuerdo con las teorías feministas de los últimos tiempos.

 

Sin embargo, por perspectiva de género debe entenderse como la forma en que se visualiza el género humano, que comprende tanto hombres como mujeres; tan así es que la generalidad de los diccionarios de la lengua española definen el género como la especie, como el conjunto de cosas semejantes entre sí por tener uno o varios caracteres esencialmente comunes: el género humano; es la característica gramatical de los nombres por la que se dividen en femeninos y masculinos, a pesar de que entre las mujeres y los hombres existan diferencias de carácter orgánico y biológico por razón del sexo.

 

De ahí que sean inadmisibles las expresiones como discriminación de género y violencia de género; y aceptables en cambio las locuciones como discriminación o violencia por razón de sexo, discriminación o violencia contra las mujeres o violencia familiar, con mayor razón si estas pueden ser constitutivas de delito.


Por tanto, “las palabras tienen género, no sexo, mientras que las personas tienen sexo y no género”, como así lo pude extraer del Diccionario Panhispánico de Dudas, algo así como el vocero oficial indispensable de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias de la Lengua Española, incluida la Academia Mexicana de la Lengua, a las que han recurrido centenares de hispanoparlantes para exponer sus dudas sobre cuestiones ortográficas, léxicas o gramaticales; que tienen secularmente reconocida la competencia de fijar la norma lingüística para el mundo hispánico, como así se lee en la presentación de tal documento.

 

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