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Superficie de mármol

Narcocorridos: ¿arte popular o apología de la violencia?

  • Foto del escritor: APCJ
    APCJ
  • hace 12 minutos
  • 2 Min. de lectura

Janeth Escobedo Román

Analista Política.


En los últimos años, los narcocorridos se han convertido en un tema recurrente en los debates sociales y culturales de México. Este subgénero del regional mexicano, que relata historias de narcotraficantes, dinero, armas y excesos, ha sido acusado de glorificar la violencia. Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos no es si deben prohibirse, sino qué papel juegan realmente en nuestra sociedad.


La presidenta Claudia Sheinbaum ha dejado clara su postura: no se trata de prohibir, sino de fomentar alternativas. Y tiene razón. La censura pocas veces ha sido efectiva para combatir los problemas sociales. En cambio, promover contenidos que hablen de esperanza, de oportunidades, de amor sin violencia, puede generar un cambio más profundo y duradero.


Sin embargo, no podemos ignorar que muchos de estos corridos sí glorifican una vida de violencia, poder y muerte. Eso es un hecho. Pero también lo es que estos relatos surgen de contextos donde el crimen organizado ha ocupado el espacio que el gobierno ha abandonado. Donde la falta de educación, empleo y oportunidades empuja a miles de jóvenes a considerar la ilegalidad como única opción.


El problema va mucho más allá de la música. Culpar exclusivamente a los narcocorridos por la violencia en México es simplificar un problema estructural.


La verdadera raíz del asunto está en la falta de oportunidades, en un sistema que no ofrece alternativas dignas a millones de jóvenes. ¿De verdad creemos que alguien elegiría el camino del crimen si tuviera un empleo bien pagado, acceso a educación y un futuro prometedor?


Por supuesto, no podemos negar que muchos de estos corridos romantizan una vida peligrosa. Pero, ¿no es también un reflejo de una realidad que muchos viven o ven de cerca? La música, al final, no crea el problema, solo lo narra. El reto está en transformar esa realidad, no en silenciarla.


La solución está en fomentar una conciencia crítica, no sólo en los artistas, sino en los oyentes. Que se sepa distinguir entre lo que es una historia contada y lo que es una idealización nociva. Y, sobre todo, en trabajar por un país donde esas historias ya no tengan material para escribirse.


En conclusión, este subgénero musical, más que una apología directa a la violencia muchas veces funciona como un espejo de una sociedad que ha aprendido a sobrevivir entre balas, pobreza y ausencia del gobierno.


La situación actual de México exige soluciones de fondo: acceso real a la educación, empleos dignos y un gobierno que recupere la confianza de sus ciudadanos. Necesitamos construir un país donde los jóvenes no vean en la delincuencia la única salida posible, donde las letras de las canciones no reflejen un mundo de violencia, porque ese mundo ya no exista.


El cambio no debe venir sólo de la música, sino de las políticas públicas, de la sociedad civil y de un compromiso colectivo por construir un México más justo, más seguro y con verdaderas oportunidades para todos.


La música puede ser una herramienta poderosa de transformación, pero primero, debemos transformar la realidad que la inspira.

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