Ramón Quintana
Muy difícil fue la época de López Portillo, una persona que no supo administrar la riqueza y que aparte de ser un mal presidente de la República, también fue un pésimo amante. Aún con todo, a López Portillo no le iba tan mal, su popularidad no estaba asentada en los medios y no vivía de la fama, si se cuentan las babosadas que dijo probablemente no pasen de 10 y una de aquellas fue declarar que “defendería el peso como un perro”.
México para entonces era un país abrumado por la sobrepoblación, la inflación y la deuda externa. Las películas del cine mexicano no mienten, en los cines de esta ciudad las salas saturaban de gente morbosa. Esperaban con ansia loca ver a Alfonso Zayas y a Rafael Inclán como galanes principales seduciendo a las vedettes más exuberantes del país.
Atención, casi todos los tramas se desarrollaban en el centro de la República en donde el ambiente era como tener una caja de ratones acinados, hablando con ese acento característico bastante aborrecido en el norte. Los actores hacían un papel completamente surrealista remarcando una conducta de galán. Éste último papel depositado en algún personaje que carecía de las bondades de la naturaleza pero que gozaba de una supuesta suspicacia y picardía que le permitían seducir a la mujer más inalcanzable.
Toda la basura social se condensaba en una película de poco más de una hora, en donde los personajes siempre salían triunfadores a la pobreza, a la inmundicia, a la contaminación y por supuesto a la crisis. Las filas de los cines describían esas ganas de desfogar las pasiones en un cuerpo que jamás, un admirador, podría alcanzar. Había una barrera infinita entre la butaca y la pantalla. El autoestima de los machos arrastrado por los suelos soñando con unas bubis enormes, cero barriga y unas petacas esculturales. Saliendo del cine se encontraba con una triste realidad de la cual difícilmente un mexicano común se pudo escapar en los años ochenta.
Aquí me detengo y hago una parada para describir lo que ha sido la masonería en nuestro país. Desde tiempos de Beno Juárez, hubo un gran movimiento por parte de las logias que llegaron a este país con la finalidad de crear un nicho de poder y por supuesto que lo lograron, porque desde entonces han existido personajes de la política de este país que pertenecieron a este grupo que indudablemente ha marcado la historia mexicana.
Se llamó Joel Roberts Pointset y se le atribuye la introducción del Rito Yorkino, fue como un enviado especial que influyó en los presidentes de la república mexicana y su legado alcanzó a José López Portillo, a quien sus allegados más cercanos lo admiraban por tener una enorme biblioteca en la Colina del Perro.
Pero ni todos los libros, ni todo el poder, ni toda su ralea, ni toda su cultura, lo hicieron que se escapara de aquella sutil seducción de la pantalla grande y las películas de ficheras.
Dicen que dos pelos tiran más que una yunta de güeyes. Aquel presidente cayó en amores con una de las principales protagonistas, una de las mujeres más hermosas que ha tenido este país de nombre Sasha Montenegro (era seudónimo), quien se desnudó ante las cámaras una y otra vez. Su fortaleza no era precisamente una biblioteca o ser de sangre azul. El entonces presidente se lio en un amasiato con Sasha. Las ironías que tiene la vida: el primero era un personaje todopoderoso que tuvo en sus manos manejar miles de millones de pesos, pero sucumbió en las redes de una mujer hermosa.
Aquí la peculiaridad del personaje es que era un hombre sumamente poderoso, pero eso no lo salvó de quedar a la altura de la suela del zapato.
La historia dice que aquella dama protagonista de películas de ficheras se casó con el presidente José López Portillo y posteriormente a la muerte de este, heredó la pensión que el gobierno mexicano le otorgaba a su ex marido. Sin embargo con la llegada de Andrés Manuel López Obrador esta pensión le fue nulificada a la viuda, quien apenas la semana antepasada pasó a mejor vida.
Por cierto los que saben dicen que Andrés también es masón. Pero hasta donde sé, aún no se enamora de una vedette y la biblioteca no se le ve por ningún lado. Así como López Portillo, quién prometió defender el peso como un perro, Andrés Manuel también prometió un servicio médico mejor que el de Dinamarca entrando marzo. La fecha ya cumplió su plazo y más bien lo que parece, es que estamos firmando una película de ficheras…
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