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Superficie de mármol
Foto del escritorAPCJ

Frío o caliente, pero no tibio.


Por el Lic. Héctor Ramón Molinar Apodaca


Nuestra sociedad mexicana sería muy distinta si en verdad nos aplicáramos los principios y valores que se destacan en la moral tradicional y en la religión cristiana, sea cual fuere; católica, protestante, testigos de Jehová, Mormones etc. porque es donde nos dan los principios básicos para ser felices.


Es cuestión de analizar el comportamiento individual. ¿Cómo somos?, ¿cómo educamos a nuestros hijos?, ¿cómo nos comportamos ante los demás?, si somos honestos u honrados, fieles y sinceros, por ejemplo. Eso es lo que nos enseñan los valores morales y religiosos; a no robar, no mentir, no traicionar, no a la infidelidad, no a la lujuria, no a los excesos, no matar y honrar a nuestros padres.


Está difícil ¿verdad? Porque hemos construido una sociedad distanciada de Dios y lo hemos separado tomando muy en serio de que a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César, parece que lo entendimos mal y practicamos a darle a Dios lo que es de Dios y al diablo o maligno lo que es del diablo. Ganando el diablo por supuesto. Por eso el comportamiento dentro de la iglesia por los laicos, es muy distinto al de la calle, con nuestro prójimo.


Analizando esto, es innecesario que se legislen tantas leyes para proteger a niñas, niños, mujeres, adultos mayores, principalmente ante la infinidad de juicios que tienen saturados a los juzgados familiares y penales, si en las familias mexicanas adoptáramos en serio lo que nos enseñaron desde niños en cuanto a este tema.


Desgraciadamente la ausencia de Dios en las familias es evidente y culpamos de todo al gobierno, que, por cierto, la mayoría de los políticos que se dicen cristianos van contra la religión al someterse con brujos y fantoches que leen cartas y adivinan el futuro.


Los políticos son los que más pecados cometen -religiosamente hablando-, porque le dan preferencia a sus “asesores brujos” que a los principios de la fe y mandamientos de la ley de Dios. Se dejan llevar por sus impulsos y tienen adicciones y malas costumbres que finalmente nos llevan entre las patas -como decimos por acá-. Incluso los políticos son masones en su mayoría y según tengo entendido no tienen cabida en la religión católica, la cual profesan la mayoría.


Los narcotraficantes creen que confesándose y construyendo sus iglesias particulares, serán perdonados por Dios. Son tan cínicos que traen medallas con la imagen de Jesucristo o de la Virgen de Guadalupe. Rezan pidiendo a Dios les conceda el deseo de matar a sus enemigo. En el film de Luis Estrada “El Infierno” nos da una idea de que así son.


Si como padres educamos a nuestros hijos inculcando el amor a Dios y conforme a los valores referidos, habría menos abortos, suicidios, drogadictos, delincuentes y asesinos. Estamos fallando como laicos porque no practicamos lo que nos enseñaron en el catecismo de niños y adultos. Lo tomamos a la ligera.


Veo en misa a políticos que en mi concepto son parte de la corrupción, orando y muy disciplinados ante el evangelio, con un rostro distinto de bondad y sencillez lejos de serlo. También a empresarios que tratan mal a su personal, que nunca tienen contacto con ellos, esclavizándolos de lunes a sábado sin cumplir con todas sus prestaciones. He hablado con los que veo en tiendas de autoservicio y en los grandes supermercados.


He platicado con trabajadores de la “obra” y también son explotados, incluyendo a los que trabajan para el gobierno en la calle cuyas prestaciones son mínimas.


Sus patrones son personas que veo en diferentes iglesias comulgando y que se relacionan con los sacerdotes como persona íntegras sin serlo. Algunos son agiotistas (prestan dinero con altos intereses impagables).


Tengo colegas que son promotores de la corrupción, que pagan a los actuarios para que levanten actas de emplazamientos o notificaciones utilizando credenciales de elector extraviadas, principalmente los abogados que representan a los bancos, despojando a infinidad de familias porque nunca fueron legalmente sabedores del juicio. Entre ellos destacan los narco inmobiliarios.


Hombres y mujeres que aparentan ser fieles a sus parejas y que descuidan a sus hijos, a los que no se les puede mentir con el ejemplo y que perciben de inmediato que sus padres son de doble cara. Ellos crecerán igual, porque el mal ejemplo lo viven directamente de su casa. Igualmente sucede con la violencia intrafamiliar física, psicológica y patrimonial.


Además, los hombres y mujeres que tienen treinta años de edad en la actualidad son los que más problemas emocionales tienen al ser víctimas directas e indirectas de la violencia ejercida en el sexenio de Felipe Calderón. Nos advirtieron los expertos psicólogos y en materia criminalística, que si no se le daba atención especializada a esa niñez tendríamos consecuencias muy graves de violencia. Lo estamos padeciendo.


Es necesario poner en acción esos valores morales y religiosos, que sin duda nos orientan a mejorar para que, desde nuestra casa, en familia, seamos capaces de cambiar en nuestra sociedad y dejar de culpar por todo al gobierno -que, dicho sea de paso- son políticos que padecen los mismos malos ejemplos y hábitos con los que crecieron. Dios exige que seamos calientes o fríos, pero no tibios, a esos los aborrece.

 

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